El pájaro cantor. La sabiduría de Plutarco. (Manuel Vergara)

Removiendo entre mis papeles de hace años me he dado de bruces con un artículo muy

antiguo de Antonio Chazarra. Dice más o menos así:

“En la concatenada serie de calamidades que nos aflige, una que no puede pasar

desapercibida, es que la igualdad se resquebraja y amenaza a cientos de miles de compatriotas

con la exclusión social.

Donde la igualdad se debilita, la democracia es atacada en uno de sus puntos neurálgicos y da

lugar a numerosas fracturas y a situaciones límite.

Echen una mirada a los anuarios y a los índices de pobreza y podrán observar cómo han crecido

algunos, hasta geométricamente.

Fue creo que Jacques Prevert, con su pensamiento sencillo y llano quién dijo: “La novedad es

vieja como el mundo”. Más o menos que no hay nada nuevo bajo el sol. Vivimos pendiente de

las novedades, aunque estassean nimias, predecibles y hasta ridículas.

Nos dejamos guiar dócilmente como un rebaño, por lo que se ha dado en llamar pedagogía de

la rutina o la cultura del kepchup; nos gusta aquello que nos hemos acostumbrado a consumir”.

Antonio Chazarra recomendaba en el artículo que la solución a este problema de la nueva

desigualdad social era volver a las antiguas recetas de los autores clásicos. La lectura de esos

hombres sagaces y valientes nos devuelve la confianza en nosotros mismos y nos dota de un

optimismo casi cósmico. Cita Antonio a Plutarco, que en una de sus obras, nos cuenta como

Brásidas, un inteligente y valeroso general espartano, cogió un ratón entre unos higos secos y

al recibir su mordisco, de inmediato lo soltó. Entonces dijo a los presentes: No hay nada tan

pequeño que no pueda salvarse, si osa defenderse de quienes lo atacan.

Estamos viviendo una época de pequeñeces, de adormilamiento ideológico entre la multitud

de estímulos embaucadores. Somos ese ratón de Plutarco, entre la infinitud de los poderes

que nos oprimen. Pero eso no es lo peor, lo realmente malo es que estamos perdiendo la

capacidad de rebelarnos, de morder la injusticia y de preservar nuestra dignidad.

Nos conformamos con los sueldos de hambre, el trabajo miserable y las condiciones

draconianas, porque nos han hecho creer que un ratón no puede hacer nada más que serlo,

con una ferocidad limitada al queso que hay en la trampa y un futuro roedor y pequeño.

Las fauces de los opulentos no entenderían nuestro mordisco ni siquiera por accidente, porque

nos saben débiles, desunidos y desarticulados.

Para conseguirlo han inventado mecanismos digitales, ciencia infusa, relicarios y motivos para

tenernos entretenidos en las pantallas de plasma y los pitidos del wasap, atiborrados de videos

de gatitos y chorradas del groso calibre.

El día que a los ratones de Plutarco les dé por comer higos y se organicen; igual ya es

demasiado tarde para que coma el general y el mordisco imposible nos lo llevemos nosotros.

“Organízate y lucha”, como decía la pintada en la pared del aquel mayo francés, qué viejo

suena y que nuevo podría ser.