Barranco de Rancavites y Primoral

Os proponemos un recorrido muy interesante cruzando los montes de Alfajarín de sur a norte, donde  descubriremos un paisaje duro y, tal vez por ello, hermoso. Mucha calor y aridez, pero también sorpresas en forma de fauna y flora. Es a vida en el "desierto" de los Monegros, muy cerca de Zaragoza, en Alfajarín. Un paisaje espectacular. Caminar por los angostos y laberínticos barrancos de los Montesblancos es un experiencia sorprendente para el que se adentra por primera vez por estos lares. 

Una Ruta de sendas y paisaje que discurren por aristas, laderas, barrancos, escarpes, trincheras, muy característicos de esta zona y muy recomendables conocerlos. Se puede combinar con infinidad de opciones de sendas que surgen por estos lugares. Encontraremos plantas típicas del secano, suelos de yeso y la espectaculares forma de los campos de labor.

Como digo hay infinidad de posibilidades y combinaciones para caminar por estos montes. Aquí presentamos una que se inicia en el barranco de Rancavites, para salir enseguida a unas lomas, que nos llevarán a conocer varios restos de la Guerra Civil, hasta el monte Primoral y regresar al punto de partida por el cauce del barranco en el que hemos comenzado la excursión.

Partimos del polígono industrial del Saco, en las afueras de Alfajarín. Una antigua fábrica de yeso en ruinas nos marca el inicio del camino. Metidos en el barranco veremos como llegan al cauce es este otros más estrechos y empinados. Es una gozada perderte por esta zona... subir por un barranco, bajar por otro... y así una y otra vez. Pero con cuidado porque algunos están sucios o tienen algún paso peligroso. Si es así "mediavuelta"... Nos metemos el segundo barranco que encontramos a la derecha hasta llegar u suave loma que nos lleva hacia el norte. Aquí encontraremos los restos de las primera trincheras. 

Una línea defensiva donde se atrincheraban tropas fascistas enfrentadas a la republicanas justo enfrente. Llegaremos a dos lomas dos suaves lomas atrincheradas en varios niveles y comunicadas entre sí por un potente ramal de trencheras que asciende hasta lo más elevado de cada una de ellas. Se le llama los Agudos. La zona de vida, hecha a base de piedra seca, se conserva muy bien y son visibles varias edificaciones con muros de  un metro de altura. Por su parte, la zona de combate se conserva igualmente muy bien, ya que a pesar de la colmatación, las trincheras son muy evidentes y en algunos momentos llegan también al metro de profundidad. En lo más lato podremos ver unos puestos de tiro.

Seguimos adelante por pistas y sendas hasta llegar al Monte Primoral donde encontraremos un vértice geodésico y debajo unos bunkers bastante bien conservado. Un paseo por esta zona y regresamos por el mismo camino, aunque podríamos volver al punto de partida por los barrancos de la Virgen o San Juan. Los dejamos para otro día.

Antes de llegar a los Agudos, tomamos una senda que nos llevará al barranco de Rancavites donde iniciamos nuestra marcha. Un buen momento para disfrutar del la paz y tranquilidad que emana de esta lugar a la vez que conocer la flora, fauna y formaciones geológicas de este barranco. 

Recorremos 11 kms. sin mucha exigencia física por unos parajes preciosos. Recomendamos la visita en primavera por el colorido de los campos de cultivo aunque se puede hacer en cualquier ápoca del año, un día que no haga mucho calor. Esta es la ruta que nosotros proponemos, pero se podrían haber hecho unos cuantos barrancos por el camino. Ruta sencilla que se puede acortar y alargar como a uno le apetezca.

Zaragoza

¿Por qué se dice a Zaragoza o al charco?

No  busquéis en Zaragoza ningún charco. El dicho de « A Zaragoza o al charco» nada tiene que ver con la orografía zaragozana. La expresión «proviene de un antiguo cuento baturro en el que se escenifica la proverbial tozudez que se atribuye a los aragoneses».

Se cuenta que cuando Cristo andaba por el mundo se encontró con un aragonés, y le preguntó a dónde iba, éste le respondió:

        - A Zaragoza.

        - Si Dios quiere, replicó Cristo

Pero el aragonés insistió sin corregirse:

        - Que quiera o no, voy a Zaragoza».

Malhumorado Cristo, convirtió al aragonés en rana y lo arrojó violentamente a un charco vecino. Y allí lo tuvo varios días, obligándole a sufrir las inclemencias del tiempo, las pedradas de los zagales y otras mil calamidades. A los pocos días pasó por allí San Pedro que se había enterado de lo ocurrido. La rana cantaba y San Pedro pidió a Dios que lo cambiara a hombre otra vez, pues se había enmendado.

    - Pedro -señaló el Divino Maestro-, tu hablas así porque sabes lo "cabezones" que son los aragoneses, y si no, ya verás.

Cuando, terminada su misión, San Pedro se disponía a subir a los cielos, regresó al camino de Zaragoza para devolver al baturro a su ser y le volvió a preguntar sobre a dónde se dirigía.

    -Ya lo sabes, a Zaragoza, -dijo firmemente, más firmemente que la vez primera, el aragonés.

    -Si Dios quiere, hombre, si Dios quiere, -insistió San Pedro dulcemente.

    -Qué Dios ni qué... suplicaciones; ya te lo hi dicho: ¡A Zaragoza o al charco!

Y viendo el Apóstol que era inútil dominar aquel carácter, dejó al zaragozano seguir tranquilamente su camino.

"Si Dios quiere" es una de tantas expresiones religiosas que impregnaron el lenguaje como «adiós», «Dios se lo pague», «vaya usted con Dios» o «Gracias a Dios». Al hablar de futuro, la gente necesitaba añadir alguna fórmula pía como temiendo que, si afirmaba rotundamente una acción sin reconocer explícitamente que el futuro está en manos de Dios.