El 25 de febrero de 1957, Franco formaba su octavo gobierno, un periodo que sería uno de los más largos del régimen y marcaría lo que algunos califican como un "milagro económico". Sin embargo, no es más que una fachada que oculta la realidad de un país sumido en la represión, la falta de libertades y una economía que creció a costa de sacrificios ajenos a la voluntad popular. Aunque se presentan como logros los avances en indicadores de mortalidad infantil o esperanza de vida, estos no pueden ocultar que la economía española seguía siendo un desastre, cerrada, colapsada y dependiente de una política autárquica que limitaba sus posibilidades de desarrollo real.
La dictadura de Franco, con su retórica de "conquistas sociales" como subsidios familiares o seguros de salud, enmascara el hecho de que estos avances se lograron a base de una explotación desmesurada del pueblo y una economía insostenible, que además cargaba con el coste de la represión y la censura. El gobierno franquista, guiado por la misma élite que mantenía al régimen bajo su control, dio un giro hacia una política aperturista y liberalizadora, buscando insertarse en la economía global mientras seguía arrastrando los ecos del autoritarismo y el aislamiento.
La estabilización económica que siguió al Plan de Estabilización de 1959, aunque se presenta como un éxito, no fue más que una consecuencia de las reformas estructurales impuestas por la necesidad de sobrevivir al estancamiento económico que había provocado el propio régimen. El crecimiento económico que se celebró como un "milagro" fue sostenido, en gran parte, por el capital extranjero, las inversiones exteriores y el apoyo internacional tras el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos y la entrada en la ONU. Pero este crecimiento fue desigual y no benefició a todos los españoles de igual manera, ni mucho menos a las clases trabajadoras que seguían viviendo bajo el yugo de la dictadura.
El "milagro económico" de Franco debe ser entendido en su contexto: una dictadura que, bajo el pretexto de estabilidad, consolidó una élite económica y política que se enriqueció a costa de la gran mayoría, mientras seguía sometiendo al pueblo a un régimen de miedo, control social y opresión. Los resultados económicos pueden ser innegables en términos de crecimiento, pero no pueden borrarse los costos humanos y sociales de ese progreso, que se logró con la represión de las libertades y derechos fundamentales.
Hoy, a casi 70 años de aquel 25 de febrero de 1957, el "milagro económico" de Franco no debe ser recordado con nostalgia, sino como un recordatorio de los sacrificios y los costos humanos que tuvo que pagar la sociedad bajo un régimen autoritario que no permitió que el pueblo fuera libre ni en su economía ni en sus derechos.