¿Por qué en Semana Santa se comen tantos dulces?

A ver… Yo no sé vosotros, pero a mí la Semana Santa me tiene despistado, eh. Porque tú piensas en Semana Santa y, ¿qué te viene a la cabeza? Procesiones, saetas, penitentes con la capucha esa que da respeto… pero luego, ¡zasca! Dulces por todos lados. Que si torrijas, que si pestiños, que si buñuelos… ¡Pero vamos a ver! ¿No era esto un tiempo de recogimiento, de austeridad, de reflexión? ¿Y qué reflexión es esa si estás con la boca llena de azúcar, eh?

Pero claro, luego te pones a investigar… y tiene su lógica. Resulta que antes la gente en Cuaresma no podía comer carne… Y claro, ¿qué hacían? Pues metían azúcar y harina a lo loco, pa compensar. Como diciendo: Vale, no podemos meternos un buen chuletón, pero nos vamos a empachar de torrijas hasta que nos dé un subidón de glucosa que nos dure hasta Pentecostés.

Y ojo, que cada región tiene su especialidad, eh. En Andalucía, los pestiños. En Castilla, las torrijas. En Galicia, la bica. En Cataluña, los buñuelos de viento. ¡Que parece que en vez de Semana Santa estamos en la final del MasterChef Tradicional!

Lo que me preocupa es el ritmo. Porque esto empieza el Domingo de Ramos con la palmera de chocolate pa abrir boca, luego toda la semana con torrijas, y cuando llegas al Domingo de Resurrección ya tienes que resucitar tú… ¡del empacho que llevas encima!

Y lo peor es que cada año dices: "Bueno, este año con moderación", pero qué va. Te ponen una bandeja delante y ya estás con la servilleta metida en el cuello y la mirada perdida en el infinito.

En fin, que la Semana Santa es un lío. Procesiones por un lado, dulces por otro… penitencia y azúcar en la misma ecuación. Pero bueno, mientras no nos exijan hacer la procesión con un empacho de torrijas encima… ¡Que viva la tradición!