A todo cerdo le llega su San Martino

En estos tiempos en que la velocidad de la información y la necesidad de comentar lo cotidiano se han disparado, sorprende ver cómo perviven en el imaginario colectivo expresiones tan antiguas como "a todo cerdo le llega su San Martín". Esta expresión, llena de sabiduría popular, se remonta a una época en la que el mundo rural español vivía marcado por los ritmos de la naturaleza y las estaciones. En este caso, la tradición de la matanza del cerdo se realizaba alrededor del 11 de noviembre, día de San Martín de Tours. Este santo, que nada tenía que ver con el cerdo más allá de la coincidencia temporal de su festividad, fue adoptado en el refranero español para dar pie a una máxima moralista y, al mismo tiempo, un toque de ironía.

El dicho tiene una raíz práctica y climática: en esas fechas, se experimenta un aumento breve de las temperaturas, lo que llamamos el “veranillo de San Martín”. Este fenómeno permite aprovechar el tiempo templado antes de la llegada del invierno para llevar a cabo la matanza y abastecerse para los fríos venideros. Pero, como tantos otros refranes, "a cada cerdo le llega su San Martín" ha evolucionado y cobrado un sentido mucho más universal: nos recuerda que todo aquel que actúa de forma egoísta o deshonesta tarde o temprano pagará las consecuencias. De hecho, Quevedo ya lo reflejaba en su famosa obra La vida del Buscón, publicada en 1626, y desde entonces ha tenido un lugar fijo en nuestro lenguaje.

Lo interesante es que en estos tiempos convulsos y acelerados, aún recurrimos a expresiones de un pasado agrícola y de subsistencia para señalar la justicia ineludible que alcanzará a cada uno en su momento. Es un reflejo de la intuición de que el ciclo natural aplica no sólo a la tierra, sino a las acciones humanas: un ciclo en el que los desequilibrios, tarde o temprano, serán rectificados.

Esta expresión sigue teniendo eco en la actualidad no sólo como un recordatorio de la moral tradicional, sino como un reflejo de una verdad profunda: que el tiempo, implacable como la navaja en la matanza, no perdona y nos alcanza a todos.