La gran mentira de Maquiavelo: ¿realmente el fin justifica los medios?

Pocas frases han generado más confusión en la historia del pensamiento político que la tan citada “El fin justifica los medios”. Al atribuirla al florentino Nicolás Maquiavelo, hemos creado una caricatura de su obra que lo transforma en el maestro del cinismo y el amoralismo. ¿Pero es eso realmente justo? Lo cierto es que Maquiavelo nunca escribió esas palabras. Sí, es verdad que en El Príncipe describe y analiza con frialdad cómo los gobernantes pueden y deben manipular, engañar y utilizar la fuerza si quieren conservar el poder. Pero de ahí a reducir su pensamiento a una justificación simplista del abuso de poder hay un abismo.

Resulta que la frase, que tantos han repetido como si fuera la quintaesencia del maquiavelismo, ni siquiera es suya. En realidad, pertenece a un teólogo alemán, Hermann Busenbaum, autor de Medulla theologiae moralis en 1645, casi un siglo después de la muerte de Maquiavelo. La cita original en latín reza: “Cum finis est licitus, etiam media sunt licita” — "Cuando el fin es lícito, también lo son los medios". Un matiz importante: el fin ha de ser lícito.

¿Cómo fue entonces que Maquiavelo, un hombre de su tiempo, defensor de una política pragmática, fue injustamente etiquetado como el defensor del “todo vale”? Pues como suele ocurrir en la historia, la verdad se diluye en el mito, y el mito, convenientemente, sirve a las agendas de los poderosos. Fue Napoleón Bonaparte quien supuestamente pronunció esta frase tras leer a Maquiavelo, y a partir de ahí, la mentira se volvió verdad.

Este episodio nos recuerda que las ideas, cuando se simplifican y descontextualizan, se convierten en armas peligrosas. Maquiavelo no fue un defensor del abuso indiscriminado del poder, sino un observador agudo de las miserias humanas y de cómo estas moldean la política. Al reducirlo a un mero justificante de la tiranía, nos privamos de una comprensión más profunda de su obra y de la realidad del poder.