Samhainofobia: Un grito en la noche de Halloween

A medida que se acerca el 31 de octubre, nuestras calles se visten de gala con decoraciones que hacen eco de lo macabro, y es que Halloween está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, no todos comparten el entusiasmo por esta festividad que, para algunos, se ha convertido en una auténtica pesadilla. Hablemos hoy de la samhainofobia, ese miedo atroz e injustificable que arrastra a un grupo de personas a evitar todo lo relacionado con esta celebración.

Imaginemos por un momento a quienes sufren de samhainofobia, enfrentándose a un mundo decorado con calabazas sonrientes y adornos de lo sobrenatural. La llegada de octubre trae consigo una explosión de elementos que, para ellos, son sinónimo de terror. Desde la música tétrica que resuena en tiendas y centros comerciales, hasta los disfraces que parecen acechar desde cada esquina, la festividad se convierte en un constante recordatorio de su angustia.

Pero la samhainofobia es solo la punta del iceberg. Esta fobia, a menudo acompañada de otras, refleja un fenómeno más amplio que va desde el miedo a la oscuridad (nictofobia) hasta un temor irracional a los gatos (ailurofobia). Cada rincón de Halloween parece un laberinto de ansiedades que muchos prefieren evitar.

Por si fuera poco, también hay quienes, por razones religiosas, ven en Halloween una celebración cargada de simbolismos que les generan malestar y ansiedad. Esta oposición, aunque distinta, se suma al coro de voces que desearían que esta noche oscura pasara desapercibida.

Mientras muchos se preparan para disfrutar de calabazas, disfraces y sustos, es vital recordar que detrás de cada risa y broma hay personas que viven esta época con un peso en el corazón. La samhainofobia nos recuerda que, aunque el miedo puede ser una fuente de diversión, también puede ser una carga que algunos no pueden soportar. Así que, este Halloween, mientras compartimos dulces y sustos, no olvidemos ser un poco más sensibles con aquellos que enfrentan sus propios demonios en esta noche especial.

29 de noviembre, Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino

El 29 de noviembre se conmemora el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. No es una efeméride cualquiera; es el recordatorio de una herida abierta que, tras casi 80 años, sigue sin cerrarse. Este día busca que el mundo no olvide la promesa rota de la "Resolución de la Partición", aprobada por la ONU en 1947, en la cual se delineaba la creación de dos Estados: uno judío y otro árabe. Sin embargo, en todos estos años, solo uno de esos Estados ha visto la luz, mientras el otro ha quedado en las sombras, junto con las esperanzas y los derechos del pueblo palestino.

Este año, el Palacio de las Naciones en Ginebra será el escenario de un evento simbólico que se transmitirá en directo, como un esfuerzo por mantener viva la memoria y la conciencia. Además, la exposición "Palestina: una tierra con un pueblo" reflejará, a través de arte y fotografías, las profundas cicatrices de la Nakba, el episodio de 1948 en el que cientos de miles de palestinos fueron desplazados, arrancados de sus hogares y sus raíces, una historia que aún continúa. Casi seis millones de palestinos permanecen refugiados en distintos puntos del mundo, y con cada nuevo conflicto —como ocurrió nuevamente en Gaza en 2023— la cifra aumenta.

La elección del 29 de noviembre no es casualidad. Fue un día como este, en 1947, cuando la ONU decidió aprobar una partición que muchos árabes rechazaron. No se les permitió un papel significativo en su propio destino, y esa omisión histórica continúa siendo el centro del conflicto. A pesar de múltiples resoluciones de la ONU, los derechos inalienables del pueblo palestino, como su derecho a la autodeterminación, la soberanía y el regreso a sus tierras, aún no se han cumplido. Estos derechos no son concesiones, sino garantías que la propia comunidad internacional reconoció, y la falta de acción para materializarlos representa una grave injusticia.

La solidaridad no puede quedarse solo en palabras. No es suficiente expresar simpatía desde lejos mientras que el sufrimiento del pueblo palestino sigue. En un mundo que clama por justicia, esta fecha nos recuerda nuestra responsabilidad de pasar de las palabras a los actos. Los derechos del pueblo palestino no pueden seguir aplazándose ni un día más.

Este 29 de noviembre, miremos al pasado para aprender, y al presente para actuar, con la esperanza de que algún día la solidaridad se convierta en justicia para Palestina.

Semana del desarme

La Semana del Desarme es un período de observancia y discusión de las naciones miembros de la ONU, para evaluar los avances que se han hecho a nivel mundial para eliminar las armas de todo tipo dentro de la sociedad. Con el paso de los años, es más lo que se ha retrocedido que lo que se ha avanzado, principalmente porque los países que cuentan con armas nucleares viven a merced de los otros países que también las poseen. Sin embargo, el hemisferio sur del planeta está libre de este tipo de armamentos, gracias a una diversidad de tratados que han logrado mantener a raya a esta mitad del mundo.


¿Qué se busca durante la Semana del Desarme?


El objetivo de esta semana es reevaluar las estrategias que se están realizando en el mundo en materia de desarme. Ya las organizaciones encargadas de destruir armas han dejado claro que por cada pistola, ametralladora o revolver que se logra destruir, se crean 10 más. El problema no es solo de la industria armamentística de los países, el problema es la necesidad inherente de los habitantes del mundo de creer que es necesario este tipo de herramientas para garantizar su supervivencia. Una de las metas de la Agenda para el Desarrollo Sostenible, estipula una coalición mundial para frenar, combatir y erradicar el comercio ilícito de armas para el año 2030. Actualmente el avance ha sido muy pobre y los muchos actos terroristas que se han desatado en el mundo, dan prueba de ello.



¿Por qué la Semana del Desarme se celebra del 24 al 30 de octubre?


Se eligió este periodo de tiempo, dado que la fundación de las Naciones Unidas ocurrió un 24 de octubre y el desarme del mundo ha sido desde siempre una de las metas de la organización, así que como período para la observación y discusión de políticas que logren tan titánico propósito, la ONU decidió ceder su fecha aniversario como el inicio de la Semana del Desarme.



¿Cómo celebrar la Semana del Desarme?


La mejor idea es asistir a eventos donde se expliquen los riesgos y daños que hacen las armas de destrucción masiva en el mundo. También te puedes sumar como voluntario en actividades donde las personas entregan sus armas para ser destruidas. Otra opción es visitar las escuelas y explicarles, porque es necesario el desarme del mundo o simplemente comparte tu opinión en las redes sociales utilizando el hashtag #SemanadelDesarme.


Orson Welles y la noche en que los marcianos aterrizaron en América

Aquel 30 de octubre de 1938, víspera de Halloween, la radio se sacudió el estigma de ser "el hermano tonto de la prensa". Un joven prodigio llamado Orson Welles, con apenas 23 años, aprovechó su espacio semanal en la CBS para adaptarla novela La guerra de los mundos de H. G. Wells, recreando en la audiencia la inusitada escena de una invasión alienígena. A las ocho de la tarde, los neoyorquinos desprevenidos y los despistados comenzaron a escuchar una historia que, poco a poco, fue sumergiéndolos en la pesadilla de una Tierra bajo ataque.

La histeria fue, en realidad, menos masiva de lo que la leyenda cuenta. No, no fueron millones de estadounidenses los que salieron despavoridos a las calles, ni los policías colapsaron de llamadas en pánico. El desconcierto se limitó a una audiencia más bien reducida, pero el impacto mediático creció al día siguiente, cuando los periódicos comenzaron a narrar la transmisión como si hubiese sido un evento nacional de histeria colectiva.

Aquel formato de "boletín informativo" fue la verdadera astucia de Welles, junto al guionista Howard Koch, quien tiempo después escribiría Casablanca. La emisión empezaba con una rutina de boletines de noticias que simulaban el tono sobrio y formal de un informativo serio: supuestos testimonios de testigos, explosiones en Marte y hasta el choque de un "meteorito" en Nueva Jersey. Era el tipo de reportaje radiofónico que los oyentes identificaban como un suceso real.

A lo largo de cincuenta minutos, Welles tejió su farsa como quien se coloca una sábana y grita “¡Buu!” desde un arbusto. Sí, algunas personas abandonaron sus casas buscando confirmación de lo que oían y otros recurrieron a la policía; pero Welles, al cierre de la transmisión, aclaró que todo era una simple representación de Halloween. Sin embargo, el impacto fue inmediato. De la noche a la mañana, el nombre de Orson Welles empezó a sonar en Hollywood.

La llegada de Welles al cine le otorgó una libertad artística insólita para el joven director. Los estudios RKO le dieron carta blanca y él respondió creando obras tan emblemáticas como Ciudadano Kane (1941), en la que redefinió el lenguaje cinematográfico con innovaciones en el enfoque, la iluminación y la narrativa. Welles aportó una profundidad visual y narrativa tan influyente como única, y aunque su relación con la industria fue turbulenta —con problemas de financiación y la caída de sus proyectos—, su legado permanece intacto.

Esa noche, hace más de 80 años, el susto radiofónico pasó al registro cultural como uno de los grandes momentos de la historia de la comunicación. La radio dejó de ser solo un entretenimiento para convertirse en una fuerza capaz de transportar a sus oyentes a cualquier rincón de la fantasía o del terror. Lo que para algunos fue una farsa fue, en realidad, la oportunidad de ver hasta dónde puede llegar un medio. La radio, desde aquella noche, dejó de ser solo un altavoz y comenzó a narrar sus propias historias con una voz poderosa.


Bob Marley - War

La gran mentira de Maquiavelo: ¿realmente el fin justifica los medios?

Pocas frases han generado más confusión en la historia del pensamiento político que la tan citada “El fin justifica los medios”. Al atribuirla al florentino Nicolás Maquiavelo, hemos creado una caricatura de su obra que lo transforma en el maestro del cinismo y el amoralismo. ¿Pero es eso realmente justo? Lo cierto es que Maquiavelo nunca escribió esas palabras. Sí, es verdad que en El Príncipe describe y analiza con frialdad cómo los gobernantes pueden y deben manipular, engañar y utilizar la fuerza si quieren conservar el poder. Pero de ahí a reducir su pensamiento a una justificación simplista del abuso de poder hay un abismo.

Resulta que la frase, que tantos han repetido como si fuera la quintaesencia del maquiavelismo, ni siquiera es suya. En realidad, pertenece a un teólogo alemán, Hermann Busenbaum, autor de Medulla theologiae moralis en 1645, casi un siglo después de la muerte de Maquiavelo. La cita original en latín reza: “Cum finis est licitus, etiam media sunt licita” — "Cuando el fin es lícito, también lo son los medios". Un matiz importante: el fin ha de ser lícito.

¿Cómo fue entonces que Maquiavelo, un hombre de su tiempo, defensor de una política pragmática, fue injustamente etiquetado como el defensor del “todo vale”? Pues como suele ocurrir en la historia, la verdad se diluye en el mito, y el mito, convenientemente, sirve a las agendas de los poderosos. Fue Napoleón Bonaparte quien supuestamente pronunció esta frase tras leer a Maquiavelo, y a partir de ahí, la mentira se volvió verdad.

Este episodio nos recuerda que las ideas, cuando se simplifican y descontextualizan, se convierten en armas peligrosas. Maquiavelo no fue un defensor del abuso indiscriminado del poder, sino un observador agudo de las miserias humanas y de cómo estas moldean la política. Al reducirlo a un mero justificante de la tiranía, nos privamos de una comprensión más profunda de su obra y de la realidad del poder.


Día Mundial de la Alimentación

Hoy, 16 de octubre, celebramos el Día Mundial de la Alimentación. Un día para reflexionar sobre un derecho tan fundamental como el aire que respiramos y el agua que bebemos: el derecho a la alimentación. Y es curioso, ¿verdad? Los agricultores del mundo producen alimentos suficientes para alimentar a todos, ¡a todos! Y aun así, más de 730 millones de personas siguen enfrentándose al hambre. No por la falta de comida, sino por una serie de crisis que parecen empeñarse en empujar a los más vulnerables al abismo. Conflictos armados, crisis climáticas repetidas, recesiones económicas... todo parece conspirar contra los más desfavorecidos.

No nos engañemos, el problema no es la falta de alimentos, sino cómo los distribuimos. La desigualdad, tanto entre los países como dentro de ellos, está dejando en evidencia una falla en nuestro sistema global. Y los más afectados son, paradójicamente, aquellos que trabajan la tierra. Esos hogares agrícolas que deberían ser los primeros en beneficiarse de lo que producen, son a menudo los que más sufren las consecuencias de un sistema roto.

Hablemos de la alimentación, no solo como una necesidad, sino como un derecho. Porque cuando hablamos de alimentos, hablamos de diversidad, de nutrición, de asequibilidad, de acceso y, sobre todo, de seguridad alimentaria. ¿Sabíais que 2.800 millones de personas en el mundo no pueden permitirse una dieta saludable? Es una cifra que debería hacernos estremecer. La dieta, esa palabra que a veces asociamos con las modas, es la causa principal de todas las formas de malnutrición. Y aquí no hablamos solo de desnutrición, hablamos también de obesidad, de carencia de micronutrientes, problemas que afectan a todas las clases sociales en todos los rincones del planeta.

Y lo que más duele es que el hambre y la malnutrición se agravan cada vez más por las crisis prolongadas, por esos desastres que parecen perpetuarse. El cambio climático, por ejemplo, no solo está afectando a los cultivos, sino también a nuestras vidas y, lo que es peor, a nuestro futuro. Sí, futuro, esa palabra que a veces parece tan distante pero que, en realidad, está a la vuelta de la esquina.

Nos enfrentamos a una paradoja. Los sistemas agroalimentarios no solo son vulnerables a las crisis, sino que además contribuyen a ellas. Generan contaminación, degradan el suelo, el agua, el aire. Y si no hacemos algo, si no cambiamos de rumbo, no solo será el hambre lo que debamos enfrentar, sino un planeta incapaz de sostenernos.

Pero no todo está perdido. ¡Claro que no! Hoy, en este Día Mundial de la Alimentación, podemos recordar que también tenemos poder. Todos nosotros, como consumidores, tenemos un papel que jugar. Desde elegir alimentos más saludables, hasta reducir el desperdicio y exigir a nuestros gobiernos políticas más justas y equitativas.

Así que la pregunta que os dejo es esta: ¿Qué podemos hacer nosotros, cada uno desde su pequeña parcela de influencia, para garantizar que el derecho a la alimentación sea una realidad para todos? Porque solo cuando lo logremos, cuando todos, absolutamente todos, puedan comer dignamente, podremos empezar a hablar de otros derechos humanos.

Torrellas - los Fayos - Torrellas

Si estás buscando una excursión que combine naturaleza, historia y mitología, te recomiendo una ruta circular que parte desde el encantador pueblo de Torrellas. Esta ruta es asequible y te permitirá disfrutar de algunas de las mejores vistas de la zona. 

El recorrido comienza en el parque de Torrellas, desde donde te dirigirás hacia Santa Bárbara, atravesando el pueblo y admirando sus coloridos murales que cuentan historias de la comunidad local.

Desde allí, tomarás una pista que asciende gradualmente hacia las áreas de La Carrera, Peñafiel y Las Carracinas. Mientras subes, serás recompensado con impresionantes vistas del embalse del Val. Luego, descenderás por una senda que te llevará al mirador del Castillo de Los Fayos, un lugar perfecto para detenerse y admirar el paisaje. A continuación, bajarás por un pintoresco barranco de 333 escalones que te conducirá al pequeño y encantador pueblo de Los Fayos, con apenas 136 habitantes. Este pueblo, situado bajo formaciones tectónicas, ha sido habitado desde tiempos prehistóricos y aún conserva las huellas de antiguos corredores y cavernas.

Uno de los puntos más fascinantes de la excursión es la Cueva del Caco, una cueva cargada de mitología romana. Según la leyenda, el gigante Caco, astuto ladrón, se refugió en esta cueva tras robar ganado de Hércules. La batalla entre ambos terminó con la victoria de Hércules, quien enterró a Caco bajo el Moncayo. Hoy en día, la cueva sigue siendo un lugar de gran interés histórico y cultural.

El regreso a Torrellas te llevará por zonas de palomeras y seguirás el cauce del río Queiles hasta el parque de Los Lombacos. En el trayecto, disfrutarás de vistas panorámicas desde el mirador de los Embalses y podrás contemplar la icónica "Mesa del Caco". Tras descender por la senda, pasarás por la Mesa del Gigante y ascenderás al Cabezo del Ataque, desde donde tendrás una última vista espectacular antes de cruzar el Queiles y regresar a la carretera que te llevará de vuelta a Torrellas.

No puedes irte sin visitar la plaza Mayor de Torrellas, con sus porches, la torre de la iglesia y las curiosas denominaciones de sus calles, que le añaden un toque pintoresco a este hermoso rincón de Aragón. ¡Una excursión completa, ideal para desconectar y sumergirse en la riqueza natural e histórica de la región!

Está excursión fue realizada con el grupo de los Andarines de D'Aragón y como guía estuvo Domingo González, buen conocedor de las rutas de esta zona.

Entronización de Abderramán III como emir de Córdoba

Vamos a escribir sobre un personaje clave en la historia de al-Ándalus y de la península ibérica, un hombre que, a veces, parece relegado a los márgenes de los libros de texto, pero cuyo legado aún resuena: Abderramán III, el gran unificador del poder musulmán en esta tierra.

Corría el año 912 cuando un joven de apenas veintiún años ascendió al trono de Córdoba. Su nombre era Abderramán, y su destino, convertirse en el último emir de Córdoba y, con el tiempo, en el primer califa de al-Ándalus. En ese momento, al-Ándalus no era más que un conjunto de territorios fragmentados, azotados por rebeliones internas, tensiones políticas y la amenaza constante de las facciones cristianas en el norte. Pero Abderramán no era un joven cualquiera, y su visión iba mucho más allá de mantener el control sobre su emirato. Sabía que necesitaba algo más: unificar.

Lo primero que hizo fue consolidar su autoridad en el propio seno familiar. Podría haber habido luchas internas, como tantas veces ha ocurrido en la historia cuando un trono queda vacante. Sin embargo, en su caso, los tíos, los posibles pretendientes al poder, lo aceptaron sin vacilar. Lo juraron lealtad, y eso le permitió iniciar un reinado marcado por una férrea determinación.

Su principal desafío era acabar con las disidencias internas. Uno de los nombres que más se repite en esta época es el de Omar ibn Hafsún, un líder muladí que había convertido Bobastro, en la serranía de Ronda, en un baluarte de resistencia. Abderramán III sabía que no podía dejar ese foco de rebelión tan cerca de Córdoba, y fue implacable. En 928, tras años de campaña, Bobastro cayó, y con ello, el último gran bastión de la disidencia interna.

Una vez controlado el territorio de al-Ándalus, Abderramán da un paso audaz en 929: se proclama califa. Esto no fue un mero capricho. Al asumir el título de califa, Abderramán no solo reclamaba el liderazgo político de al-Ándalus, sino también la máxima autoridad religiosa. En ese momento, se estaba construyendo una nueva identidad para al-Ándalus, alejada del control de los abasíes en Bagdad y de los fatimíes en el norte de África. Era una declaración de independencia, tanto política como espiritual.

A partir de aquí, Abderramán no solo extendió su dominio sobre toda la península, sino que inició un proceso de transformación cultural que haría de Córdoba la ciudad más avanzada y floreciente de Europa. En medio de este auge cultural y científico, fue él quien ordenó la ampliación de la Gran Mezquita de Córdoba, ese símbolo que aún hoy nos recuerda el esplendor de al-Ándalus. Pero no solo eso, sino que mandó construir la ciudad palatina de Madinah al-Zahra, una obra monumental que reflejaba el poder y la riqueza de su califato.

No podemos olvidar que durante su reinado, Córdoba no fue solo una capital política, sino el corazón cultural de Occidente. Mientras el resto de Europa estaba sumida en una oscuridad medieval, Córdoba brillaba con luz propia. Era un centro de saber, de intercambio de ideas, de convivencia entre culturas. Un lugar donde musulmanes, judíos y cristianos vivían y trabajaban juntos, en lo que podríamos llamar un temprano experimento de convivencia multicultural. Pero claro, todo esto no fue casualidad. Fue el resultado de una visión política muy clara, una visión que Abderramán III supo materializar con gran destreza.

Al final de su vida, Abderramán había logrado lo que pocos antes que él: unificar, estabilizar y engrandecer un territorio que parecía condenado a la fragmentación. Cuando murió, a los setenta años, dejó un legado que no solo transformó al-Ándalus, sino que también influyó en el curso de la historia peninsular y europea.

Hoy, más de mil años después de su muerte, deberíamos recordar su figura no solo como un gobernante excepcional, sino también como el arquitecto de una Córdoba que brilló con luz propia en la Edad Media, y cuyo esplendor sigue fascinándonos en nuestros días. Porque, al final, la historia es eso: entender de dónde venimos para saber hacia dónde vamos.