La leyenda de San Juan de la Peña

Cuenta la leyenda que un noble aragonés nacido en la población de Atarés muy cerca de Jaca, decide un día renunciar a sus lujos para refugiarse en una cueva en el Monte Pano. Esta persona conocida como Juan de Atarés pasaba los días en esta cueva. Rezando y viviendo de lo que la naturaleza le ofrecía.


Un día cualquiera escucha unos pasos fuera de la cueva. Al salir ve que hay un caballero vestido con grandes galas y le pregunta qué hace una persona perteneciente a la nobleza, mal vestida y viviendo en una cueva. Tras un fuerte estruendo las rocas de la cueva empiezan a juntarse formando columnas, arcos y bóvedas. Transformando la cueva en un hermoso palacio. Juan de Atarés que ya se había percatado que la persona que tenía delante era el mismísimo diablo se apartó al escuchar las palabras.
  • Mira de lo que soy capaz de hacer. Si me sigues, vivirás con toda clase de lujos y todo lo que desees será tuyo.
El pobre ermitaño muerto de miedo se hincó de rodillas en el suelo y empezó a rezar hasta caer de bruces y perder el sentido. Al despertar, junto a él había un ser angelical que le habló:
  • ¿Ves lo que queda de la manifestación del mal?
Desciende al valle y ves al Monte Pano. Ahí encontrarás una cueva donde levantarás un altar en honor a San Juan Bautista a quien encomendarás tu alma. Así fue como Juan de Atarés construyó un pequeño altar pasando el resto de sus días hasta su fallecimiento. Días antes de fallecer esculpió una inscripción que decía:

“Yo Juan, primer anarcoreta de este lugar, fabriqué esta Iglesia hasta donde mis fuerzas alcanzaron en honor a San Juan Bautista y aquí reposo”.

Años más tarde, una mañana de otoño en el siglo VIII dos nobles hermanos llamados Félix y Voto se encontraban cazando en el Monte Oroel, cuando uno de los hermanos se precipitó al vacío con su caballo. Viendo que su vida acababa en ese trágico momento, se encomendó a San Juan Bautista. Justo en ese instante el caballo se aposentó en una roca evitando el mortal accidente.


Voto al ver que se había salvado gracias a un milagro se arrodilló y se puso a rezar. Pero cuál fue su sorpresa que justo ahí, había una pequeña iglesia metida en una cueva, donde además reposaban los restos de Juan de Atarés. Tras este incidente Voto le contó lo que había ocurrido a su hermano y regresaron a sus casas. Con el tiempo los dos hermanos decidieron vender todas sus posesiones y regresar al pequeño templo cueva en el Monte Pano. Y pasar el resto de sus días dedicados a la oración y llevar una vida eremítica. Es así cómo sucede el nacimiento del Monasterio de San Juan de la Peña.