En un mundo donde cada vez somos más conscientes de lo que consumimos físicamente, es curioso observar cómo pasamos por alto aquello con lo que alimentamos nuestra mente. Nos preocupamos por evitar alimentos ultraprocesados, azúcar refinado y productos que puedan ser perjudiciales para nuestro cuerpo, pero, ¿hacemos lo mismo con nuestras ideas, creencias y pensamientos?
La mente abierta es una virtud, un signo de inteligencia y humildad, pero también puede ser una puerta de entrada para contenidos que no siempre son valiosos. Al igual que vigilamos los ingredientes de lo que comemos, deberíamos revisar los "ingredientes" de lo que permitimos entrar en nuestra cabeza.
Hoy, vivimos rodeados de "youtubers ultraprocesados", que venden contenido superficial y sin sustancia; "oradoras refinadas", que pulen discursos vacíos hasta hacerlos parecer auténticos; y "expertos en psicología transgénica", que ofrecen soluciones enlatadas a problemas complejos. Este tipo de consumo mental no solo no nutre, sino que puede terminar saturándonos, dejándonos confundidos y hasta agotados.
Tener la mente abierta no significa aceptar todo lo que venga. Más bien, implica ser selectivo, crítico y reflexivo. Una mente abierta debe buscar cosas que valgan la pena: ideas que te hagan crecer, perspectivas que te reten a pensar de manera diferente y conocimientos que realmente aporten valor a tu vida.
De lo contrario, corremos el riesgo de sufrir lo que podríamos llamar una "indigestión mental": un exceso de información que no aporta nada, que no conecta y que solo sirve para llenar el vacío. Y lo peor, esto podría derivar en una "diarrea mental", un constante flujo de ideas sin filtro, mal elaboradas y repetitivas, que en lugar de enriquecer, confunden.
La clave está en ser tan cuidadosos con nuestra mente como lo somos con nuestro cuerpo. Antes de darle "clic" a un video, seguir a un gurú de moda o creer en la última tendencia, pregúntate: ¿esto realmente me aporta algo? ¿Me hace más sabio, más humano, más crítico? Si la respuesta es no, entonces quizá sea mejor dejarlo pasar.
La finalidad de tener una mente abierta no es llenarla con cualquier cosa, sino con aquello que verdaderamente enriquezca tu vida y te impulse a ser mejor. Así que mantén la puerta abierta, pero vigila bien quién o qué cruza ese umbral. Tu mente, al igual que tu cuerpo, merece ser nutrida con lo mejor.