12 de abril de 1555, muere Juana I de Castilla (Juana la Loca)

La triste historia de Juana la Loca

Juana de Castilla fue una niña atractiva e inteligente, aprendió latín y tenía habilidades para la música.  Nunca dio indicios de su futura locura y parecía destinada a ser un adorno brillante en la corte de algún príncipe europeo. A los 17 años, Juana de Castilla se trasladó a los Países Bajos para casarse con el archiduque de Austria, Felipe el Hermoso, heredero de las casas de Borgoña y Habsburgo. Los Reyes Católicos habían planeado este matrimonio como una estrategia acosar a su gran enemigo, la monarquía francesa. A pesar de sus diferencias, Juana y Felipe se enamoraron y tuvieron seis hijos juntos.

LA BODA

El destino de Juana como archiduquesa y princesa en Flandes cambió cuando varios miembros de su familia española murieron. En 1497, su hermano mayor Juan falleció a los 19 años debido a sus excesos sexuales con su joven esposa, Margarita de Austria. Un año después, su hermana Isabel murió, dejando a su hijo recién nacido, Miguel, como heredero de España y Portugal, pero también murió antes de su segundo cumpleaños. En 1500, Juana se convirtió en la única heredera de las coronas de Castilla y Aragón, por lo que su madre, Isabel, le pidió que regresara urgentemente de Flandes a España.

En aquel momento, nadie dudaba de la habilidad de Juana para gobernar, a pesar de que se sabía que tenía arranques temperamentales que se consideraban una característica heredada de su madre. Los elogios a los talentos de Juana eran comunes, el obispo de Córdoba, quien fue enviado como embajador a Flandes por los Reyes Católicos, informó que era muy cuerda y sensata. Ese mismo año, el embajador español en Flandes dijo que nunca había visto a alguien tan joven con tanta cordura.

Cuando Juana y Felipe regresaron a España, la reina Isabel se aseguró de que las Cortes de Castilla reconocieran a su hija como heredera legítima del trono. El archiduque Felipe fue relegado al papel de consorte y seis meses después abandonó España, dejando a su esposa embarazada de su cuarto hijo, quien recibió el nombre de Fernando en honor a su abuelo materno. La intención de Isabel era que Juana fuera la reina de Castilla, con o sin el apoyo de Felipe. Sin embargo, no se sabía si tanto Felipe como Fernando el Católico aceptarían esta decisión.

PRIMERAS ALARMAS

Las Cortes de Toledo, que se reunieron en mayo de 1502, marcaron un punto de inflexión en la vida pública de Juana, ya que comenzaron a surgir dudas sobre su capacidad para gobernar. Antes de la muerte de la reina Isabel, se cuestionaba seriamente la salud mental de Juana. Aunque Isabel la confirmó como heredera de sus reinos en su testamento, también expresó dudas sobre si Juana podría gobernar, añadiendo que si la reina "no quisiera o no pudiera entender en la gobernación", sería Fernando quien ejercería la regencia en su nombre. Además, Isabel prohibió expresamente que cualquier cargo civil o eclesiástico fuera asignado a personas que no fueran naturales de sus reinos. Esto fue un intento de impedir una posible usurpación por parte de Felipe de Habsburgo, quien era considerado un extranjero.

Algunos historiadores han argumentado que la supuesta "locura" de Juana fue una conspiración política creada por hombres para inhabilitarla y permitir que Felipe o Fernando ejercieran el control sobre Castilla. También se ha sugerido que su conducta extravagante fue un intento legítimo de afirmarse en un mundo dominado por los hombres. Esta línea de argumentación presenta a Juana como un ejemplo de mujeres excluidas injustamente del poder a lo largo de la historia.

COMPORTAMIENTO IMPREVISIBLE

Se ha argumentado que Juana de Castilla era demasiado inestable para gobernar, y hay numerosas pruebas que lo sugieren. Aunque no se puede hacer un diagnóstico clínico preciso, su comportamiento fue anormal e imprevisible. Algunos han especulado que heredó esta "locura" de su abuela materna, Isabel de Portugal. De hecho, la evidencia sugiere que su comportamiento era tan inusual que su familia llegó a temer que estuviera poseída por el diablo hasta el final de sus días.

Después de que Felipe regresara a los Países Bajos, Isabel comenzó a dudar seriamente de la capacidad de Juana para gobernar. Juana quería reunirse con su esposo, mientras que su madre quería que aprendiera a gobernar. Las discusiones entre ambas mujeres afectaron gravemente la salud de ambas. Juana fue encerrada en el castillo de La Mota en Medina del Campo, donde ocurrió un incidente extraño: según Isabel, Juana estuvo en el exterior del castillo descalza y sin ropa de abrigo hasta las dos de la madrugada en una noche muy fría. Con este acto, Juana logró obtener una entrevista con su madre y, en última instancia, poder partir hacia Flandes para reunirse con su esposo, pero lo hizo a expensas de su dignidad personal, una cualidad esencial para cualquier gobernante.

En el mes de junio de 1506 ocurrió un incidente similar al anterior. Después de que su esposo y ella regresaran a España en abril, Juana se enteró de que Felipe había firmado la concordia de Villafáfila con su padre, la cual estipulaba que si ella no estaba capacitada para gobernar, Felipe asumiría el control total y continuaría siendo rey después de la muerte de Juana. Al principio, Juana se indignó por estas negociaciones, pero luego pareció no prestarles atención. En lugar de tomar una postura, solo pidió ir a ver los jardines del conde de Benavente, conocidos por su colección de animales. Después de ver los pavos reales, Juana corrió hacia la casa de una tahonera y se refugió en la cocina, negándose a salir, incluso cuando la casa estaba rodeada por los soldados alemanes de Felipe y su esposo le suplicaba que saliera.

Estos dos incidentes proporcionan información sobre los problemas mentales de Juana. Desde la perspectiva del siglo XVI, es irrelevante si su dolencia se define como locura o como una forma severa de depresión posparto. Juana demostró ser incapaz de pensar estratégicamente, y su mente se limitaba a las circunstancias inmediatas. Su única obsesión era sentirse libre, pero no estaba clara para qué propósito. Ni las murallas del castillo ni la casa de la tahonera cerca de Benavente la llevarían a ninguna parte.

LA MUERTE DE FELIPE

Juana sufrió una gran conmoción emocional cuando su esposo, Felipe el Hermoso, murió repentinamente en septiembre de 1506, mientras ella estaba embarazada de su sexto hijo. No se puede confirmar la veracidad de los rumores sobre su supuesto intento de abrir el féretro de su esposo durante el traslado de sus restos de un pueblo a otro, aunque es importante centrarse en las implicaciones políticas de su reacción ante la muerte de Felipe en Burgos. Cuando el presidente del Consejo de Castilla visitó a la reina al día siguiente, Juana le abrió personalmente la puerta de su palacio, pero luego se negó a tratar los asuntos urgentes, lo que demostró su incapacidad para gobernar. Como resultado, su padre, Fernando el Católico, tomó el control del gobierno de Castilla y Aragón. Tras su muerte en 1516, Carlos, el hijo mayor de Juana, se convirtió en rey sin tener en cuenta los derechos dinásticos de su madre, quien fue confinada en el castillo-palacio de Tordesillas desde 1509 hasta su muerte.

Cuando Juana llegó a Tordesillas, estaba con su hija Catalina y cerca del cuerpo de su esposo en el monasterio de Santa Clara. Sin embargo, su primer guardián, mosén Luis Ferrer, se ponía cada vez más nervioso por la negativa de Juana a cooperar, y en 1516 fue destituido por maltrato. Ferrer temía que la reina muriera mientras estaba bajo su cuidado y admitió haberla obligado a comer con violencia. El segundo gobernador de la casa de Juana, Hernán Duque de Estrada, la trató con más compasión y escribió al cardenal Cisneros que, con paciencia, la reina podía tener períodos de lucidez. Aunque admitió que es importante razonar con ella con amor, ya que si se intenta obligarla por la fuerza, todo se desbarata.

ENCIERRO DE POR VIDA

El marqués de Denia, quien se encargó de cuidar a Juana hasta su fallecimiento en 1555, fue objeto de críticas por su desempeño como guardián. Por orden de Carlos V, le impidió a Juana el acceso a cualquier información política importante, incluso llegó a ocultarle la muerte de su padre durante cuatro años. En 1525, apartó a la infanta Catalina del cuidado de su madre y, dos años después, llevó en secreto el ataúd de Felipe el Hermoso para sepultarlo en la Capilla Real de Granada.

Sin embargo, hay que destacar que, a pesar de las acusaciones de conspiración, la familia de Juana le demostró un profundo afecto. Se ha calculado que entre 1535 y su muerte, Juana recibió al menos dieciséis visitas de sus hijos y nietos, algunas de las cuales duraron varios días. Todos creían sinceramente que Juana padecía una enfermedad mental, incluso se llegó a sospechar que estaba poseída por demonios.

Al final de su vida, la familia de Juana se preocupaba por su alma y su estado físico, ya que se negaba a comer, peinarse, asearse o vestirse, e incluso a oír misa. Su hijo Carlos había intentado en vano que se confesara desde 1534. En 1554, Francisco de Borja fue enviado a Tordesillas para averiguar por qué Juana se negaba a ir a la iglesia. El clérigo le recordó que su nieto era rey de Inglaterra y que los protestantes podrían declarar que su fe no difería de la de ella. Juana acusó a las mujeres de la familia de Denia de obstaculizar su vida religiosa y demandó que fueran investigadas por la Inquisición. Finalmente, Juana murió a los 76 años el Viernes Santo de 1555 después de casi medio siglo de confinamiento. Sus últimas palabras fueron "Jesucristo crucificado, ayúdame". La historia debe reconocer las debilidades de Juana y el hecho de que luchó toda su vida para ser una buena hija, esposa y madre, aunque aceptó su incapacidad para gobernar sus reinos cuando estaba enferma.