Pelado de Ibdes

Viajamos hoy a un pequeño pueblo de la Comarca de la Comunidad de Calatayud (Zaragoza), cuyo nombre es Ibdes. Este municipio cuenta hoy con unos 500 habitantes.  Está entre Jaraba y el pantano de la Tranquera donde se juntan el Río Mesa y el Río Piedra.

Vamos a conocer la historia de un tal Manuel Millán, apodado "el pelao", temido bandolero de la segunda mitad del siglo XVII que atemorizó a media España. Nos sirve para hablar de un fenómeno social muy típico en España y Aragón en los siglos XVI al XVIII conocido como "bandolerismo" que se caracterizaba por el auge de los bandoleros, es decir delincuentes dedicados generalmente a atracar en vías de comunicación o zonas territoriales más aisladas de lo ordinario.

El caso de Manuel Millán "el pelao" es especial e incluso va más allá de la figura del bandolero para convertirse en un terrible asesino (tal vez un psicópata frío, a juzgar por algunas de sus ejecuciones) que con los años tocó todo tipo de delitos. De hecho, si bien las causas por las que este personaje "se echó al monte" seguramente serán las mismas que las de otros casos (hambruna, carestía de la vida, incultura, etc), sus acciones le califican más de asesino que de ladrón. Así, Manuel Millán no obtuvo esa simpatía por parte del pueblo, en el sentido de ser una persona que robara a los ricos para "hacer justicia" o "dar su merecido" a los ricos como por ejemplo “El Cucaracha”.Más bien al contrario, el Pelao era temido por su violencia y agresividad.

Iniciado desde muy pequeño con malos tratos a su padre, y desarrollado a lo largo de su vida con todo tipo de actividad delictiva (robos, asesinatos, tortura, etc). La carrera como delincuente de Manuel Millán es terrible y debió causar auténtico pavor en su día. Incluso se le relacionó con prácticas de brujería. Sus tropelías se extendieron de Calatayud a Zaragoza, Daroca, Tarazona, etc y llegaron a extenderse fuera de Aragón (Murcia, Castilla, Córdoba, Granada, etc). 

Su mote ("el pelao") fue en su día utilizado para denominar así a los habitantes de Ibdes (incluso hoy se les llama así), de forma un tanto injusta para su población, aunque también con cierta lógica si atendemos a la repercusión que tuvo este personaje. Incluso Francisco de Goya dedicó una de sus pinturas negras a tan nefasto bandolero y asesino. Finalmente fue condenado a morir en Daroca ahorcado y su cadáver fue exhibido públicamente en Zaragoza.